02 agosto, 2006

A la espera en un puerto de playa

Debe doler verse los años saltando como pulgas desde las arrugas de las manos. Si vienen de estrechar gente grande, de las venias bajo el sol, de compartir los habanos, de hasta siempre comandante…
Debe doler el miedo a que tanta lucha haya sido en vano.
Debe doler la mañana en el espejo, que amanece más opaco porque ahí se cuelan de noche los rostros de amigos en vela. ¿Con qué estrategia se subieron a la frente esos lunares?
Debe doler el campo de batalla tan inclinado por la vejez.
Y cómo debe doler el uniforme colgado, al cerrar los ojos y acostar un cuerpo que ya no responde como comandabas...

Se nos va la vida entre los dedos, como el agua, como arena fina.
Te nos vas, Fidel, te nos vas; como si sobraran en este mundo los hombres de alma y hueso.














Relojes que esperan