29 junio, 2009

Prohibido girar a la izquierda

“Hablar de la izquierda o la derecha es una actitud muy retrógrada” - me dijo mi amigo. Y dentro de la conversación le encontré cierta razón. Es que tanto tiempo ha pasado de la invención esos conceptos que ya a estas alturas ha tomado muchos tintes diferentes de políticas y principios que corrieron bajo el puente y lo desgastaron. De ahí que, últimamente, no se los piensa como políticas de gobierno sino que son idealizaciones que surgen desde la expectación de sus representaciones vivas; íconos, líderes y actores sociales. Por no decir todavía- tiembla el futuro- de personajes.
Después mi amigo dijo que Menem fue lo mejor que le pasó a la Argentina y ahí terminé de entender. A la derecha le cuesta llamarse derecha.

Bueno, como quieran. Juan Culo es dueño de cambiarse el nombre también.

Cuando un Gobierno gestione sus políticas con la mano de las multinacionales, sacando presupuesto de las escuelas y hospitales para dedicarlo a mejorar las autopistas, las platabandas frente a los Shopping, los sueldos sobre sueldos sobresueldos; cuando disminuya el índice de casos de violencia doméstica haciendo desaparecer la Línea de Asistencia Contra la Violencia Machista; cuando el medio para aumentar la seguridad sea atestar las calles con armas y policías al quitar el requerimiento de título secundario para el ingreso; cuando se cobren menos impuestos a las actividades financieras y más al empleado asalariado; cuando se vote en contra de la libertad sexual de los ciudadanos por cuestiones eclesiásticas*, estaremos hablando de un tipo de gobierno en particular, como sea que quiera rebautizarse.

Y es que aquí la legitimidad del candidato que nos va a representar casi no nace dentro de las políticas de sus acciones sino justo entre el peso y el contrapeso de una serie de figuras mediáticas. De Narváez (de quien no se sabe suficiente) saludando en el noticiero mientras se presenta a votar con su doble tinellizado. Carrió con su cruz que habla mejor que ella, Michetti y su dúo de guitarra al estilo misionero, y el clásico de Macri cantando Somebody to Love; tema de un artista al que admira mucho pero al que no le permitiría el casamiento. Inquietantemente parecido a esos concursos donde el premio es entregado al que más aplausos recibe. Lo inquietante está, justamente, en usar la palabra “premio.”
Todo un espectáculo populista que, contrapuesto intencionalmente a una harapienta bandera roja que dice unir a Chávez y al oficialismo, les da la cancha para la brutal sinceridad de decir que la solución a todos los problemas del país es pegar un salto al neoliberalismo, pero dicho con Colgate y menos bigote que antes.

Esto que escribo no es una exposición que intenta reducir los resultados de las votaciones a un sólo motivo, ni estoy diciendo que, de haber salido en Gran Cuñado, Néstor asediaba en las elecciones. No es una ciega defensa a los Kirchner, que muchas patinadas todavía tratan de disimular.
Justamente, no es sobre ningún muñeco de los medios, sino sobre el modelo de país que se viene, y viene bailando. Y nosotros, ebrios, subimos la música.

Los que votaron a favor de estos resultados alegando que la Presidente habla de justicia igualitaria pero sale en la tele con una brillante cartera de putamarca (conceptualizando que igualar es nivelar para abajo), nos hizo saltar al otro extremo. Ignorando cómo leer la política detrás del show, empujamos personajes y tiramos patas arriba un modelo de inclusión social que pecaba de terquedad. Dentro de un tiempo y si la cuestión sigue así, la izquierda será una mala palabra y seremos lo que debemos ser, o no seremos nada.

Esta ideología que ahora está subiendo otra vez (que si no es de derecha puede llamarse como quiera) no necesita usar la fuerza como argumento principal porque ha encontrado una fórmula nueva para llegar al poder. Y es a través del show mediático; la analfabetización política de la población.

Silvio soñaba con serpientes, y aquí ya las tenemos enroscándose en los escaños.





*Medidas que tomó Macri en su última gestión.

PD: Ahora lo interesante del posteo.


EL PEOR ANALFABETO ES EL ANALFABETO POLÍTICO


NO OYE, NO HABLA, NO PARTICIPA DE LOS ACONTECIMIENTOS POLÍTICOS.


NO SABE QUE EL COSTO DE LA VIDA, EL PRECIO DEL POROTO, DEL PAN, DE LA HARINA, DEL VESTIDO, DEL ZAPATO Y DE LOS REMEDIOS, DEPENDEN DE DECISIONES POLÍTICAS.


EL ANALFABETO POLÍTICO ES TAN BURRO QUE SE ENORGULLECE Y ENSANCHA EL PECHO DICIENDO QUE ODIA LA POLÍTICA.


NO SABE QUE DE SU IGNORANCIA POLÍTICA NACE LA PROSTITUTA, EL MENOR ABANDONADO, Y EL PEOR DE TODOS LOS BANDIDOS QUE ES EL POLÍTICO CORRUPTO, MEQUETREFE Y LACAYO DE LAS EMPRESAS NACIONALES Y MULTINACIONALES.


BERTOLT BRECHT


2 comentarios:

Tomás Münzer dijo...

Muy bueno lo que decís, sabés que coincido. Y lo interesante para marcar es algo que dijiste, ahora mala palabra es la derecha, y tal vez unos años después sea la palabra izquierda la mala, interesante para ver cuáles son las ideas dominantes, y por qué, pese a la derrota del 28 de junio del gobierno, a todos los mamarrachos que se hacen indefendibles, se sigue avanzando (ley de medios, lo de la extracción de sangre para encontrar hijos de desaparecidos, asignación universal, y lo que vendrá seguro). Saludos.

Anna dijo...

muy bueno!